Sin duda alguna estamos viendo como el aumento de emprendedores o autoempleados en nuestro país sigue en auge. A pesar de que el 76% de las nuevas altas corresponde a empresas sin trabajadores y que la inversión inicial en menor, muchos proyectos buscan su particular camino al éxito.
El duro trabajo de pasar de la inspiración (la necesidad agudiza del ingenio) a la idea, desarrollar un proyecto, luego el plan de negocio y finalmente convencernos de la viabilidad de nuestra propuesta, nos lleva a uno de los primeros escollos dentro del mundo de los negocios: la financiación.
Y ya no tanto conseguir el primer capital, quizás el mayor problema es mantener la financiación justo en el umbral de desarrollo en el que, lo que empezó siendo un proyecto parece que pude convertirse en negocio (fase de lanzamiento), es decir, en empresa.
En este momento, es cuando salimos en busca de la financiación que permita el despegue de la empresa, seguros, convencidos y satisfechos de nuestro proyecto pero … empiezan los problemas. Acudimos a las fuentes habituales de crédito y vemos como, poco a poco, lo que parecía un camino de rosas se va convirtiendo en un sobreesfuerzo desesperante.
Y este que, tenemos que cambiar el modo de ver las cosas ya adaptarnos a estos tiempos, olvidándonos de todo aquello a lo que estábamos acostumbrados y que, por alguna generación, no volveremos a ver.
Volvamos la vista atrás y seamos realistas. Cuando queremos acceder a financiación, ante organismos públicos o privados, la primera impresión que tendrán sobre nuestro proyecto será la de RIESGO. Sin conocernos de nada, sin saber nada de nuestro proyecto, capacidades y trayectoria, la primera visión será la de riesgo.
Para conseguir vencer esta primera impresión ante el inversor, deberemos convencerle de la solidez de tres puntos importantes:
1-La apuesta de los socios. Tanto en la capacidad del equipo como en su compromiso con la empresa, en todos los sentidos, pero especialmente el económico. Si el equipo promotor no ha invertido en su proyecto, no ha conseguido de los famosos FFF la primera financiación o entiende que el riesgo económico ha de desplazarlo hacía los proveedores financioeros, muy hábiles tendrán que ser para convencer a los inversores que tienen un negocio atractivo donde jugarse su dinero.
2-Los pedidos. Si, así de claro. Es la única forma de demostrar la existencia de un mercado real que apoye todo el desarrollo de mercado previsto. Empresas o personas que están comprometidas con el producto o servicio y, es más, quieren pagar por ellos.
3-La fuente de ingresos, es decir, vuestra idea. Robusta, única (en el mejor de los casos), difícil de copiar, con un know-how propio, protegidos los derechos, que aporte valor diferencial y competitivos al cliente y que, claro está, permita una rentabilidad razonable al negocio.
Resumiendo si podemos demostrar a nuestro inversor que hay mercado (clientes de verdad), que están interesados por un producto o servicio por el que quieren pagar, que además hemos conseguido blindarlo para que sea convierta en una “gallina de huevos de oro” y todo ello está gestionado por un equipo sin fisuras, experto y comprometido, conseguiremos convertir la barrera del riesgo en una garantía de oportunidad para aquellos que deberán financiarla.
Volvemos a esquemas antiguos, pero no por ello eficientes en una era donde todo cambia y, en ocasiones, para volver atrás.